Llevo un tiempo observando que esa cara apagada, opaca sin apenas expresión, últimamente tiene brillo. Sus ojos chisporrotean como el fuego y sus labios sonríen sin ninguna escusa, no pueden evitarlo, incluso sin causa aparente.

El otro día me la cruce al doblar la esquina, iba distraída con los ojos en otra galaxia, eso si su sonrisa era preciosa. Parecía una joven adolescente, esa adolescencia a la que ella no tuvo derecho, que se la arrebataron sin pedirle permiso…

Ella que pensaba que el amor ya no llamaría a su puerta, ella que ha vivido siempre para contentar a los demás y siempre ha hecho lo que siempre se esperaba.

Por fin ha decidido subirse al tren que ha parado en su vieja estación, destartalada y casi sin apenas movimiento. Ha dejado de ser la eterna Penélope para subirse tal vez al último tren que parara en esas vías mortecinas y sin apenas vida. Ha decidido que nadie más va a ahogar su voz.

Ha reaccionado con fuerza, ha apostado por el AMOR, ese amor con mayúsculas que es capaz de todo. Ahora no le vas a dar la espalda y yo querida mía me alegro de tu felicidad.

Muchas veces nos ocurren cosas que no entendemos que nos ponen al límite, que ahogan cual cuerda en el reo de muerte. Realmente te sientes prisionero de la vida y los barrotes apenas si te dejan respirar. Pero yo que como sabéis soy de refranes me fijo en ese que dice “Dios aprieta pero no ahoga”.

Que cierto, porque de repente comienzas a ver la luz y como una fuerza del mas allá tus ojos se van abriendo y sientes  que no está todo perdido, que hay un resquicio y por supuesto no lo vas a desaprovechar.

Esa luz viene acompañada de un ángel, ese ángel que llevas divisando tantos años y viviendo en la distancia. Ahora resulta que tu sueño de tenerla a tu lado, por fin lo ves hecho realidad. Tu hogar ya no es el mismo, brilla de otra manera porque ella ha traído la paz y el sosiego que en este momento necesitabais.

Me imagino las veces que al levantarte y verla sentada en su sillón, con ese pelo blanco, con esos ojos todo bondad, con esa cara angelical que no ha perdido su toque aniñado. Te pellizcas y dices, no es un sueño, es mi MADRE. Ya no la tienes que compartir a tiempo parcial, ahora forma es parte plena en tu vida y tú a pesar de todos los problemas ahora ya los ves de otra manera. Porque tú reina por fin está contigo.

Hablemos de ella, ufff que cambio ya no se siente parte del mobiliario, ahora es abuela, la abuelita y sobre todo Madre sabia, aportando a la familia lo que ella mejor sabe prudencia, serenidad y esa pizca de humor por la inocencia de su carácter.. Sus mareos, sus malestares han desaparecido como por arte de magia y ahora ya no le pide a Dios que la lleve a su lado, ahora no, ahora quiere vivir, sentir, participar y sentirse querida.

¡Que sea por muchos años familia!