Nuestra vida está llena de despedidas y a mí personalmente me desfragmentan y me producen una cierta tristeza. Tal vez tenga mucho que ver nuestra condición de emigrantes y vivir lejos de tu tierra y sobre todo de tu familia. Recuerdo esos regresos largos donde la tristeza no encontraba consuelo y el enorme silencio tan solo era interrumpido por un sonar  de lagrimas ahogadas.

William Shakespeare decía que “las despedidas son esos dolores dulces”. Realmente son así porque dejamos atrás a seres queridos, amigos, compañeros de viaje que echaremos de menos en nuestro caminar por la vida. Realmente hay muchos tipos de despedidas dependiendo cuánto va a durar la separación o la relación que tengamos con las personas de las que nos despedimos. No es lo mismo despedirte de un conocido que de un gran amigo o un ser querido.

Me gustaría hacer hincapié  de que no prestamos atención a la despedida, y sin ser derrotista a lo mejor cuando le decimos a alguien adiós  no sabemos si será la última. Seguro que todos tenemos casos de habernos despedido de alguien que de un día para otro perdimos el contacto y ese adiós fue para siempre.

Como decía García Marquez: “El mañana no le está asegurado a nadie, joven o viejo. Hoy puede ser la última vez que veas a los que amas. Por eso no esperes más, hazlo hoy, ya que si el mañana nunca llega, seguramente lamentarás el día que no tomaste tiempo para una sonrisa, un abrazo, un beso y que estuviste muy ocupado para concederles un último deseo. Mantén a los que amas cerca de ti, diles al oído lo mucho que los necesitas, quiérelos y trátalos bien, toma tiempo para decirles “lo siento”, “perdóname”, “por favor”, “gracias” y todas las palabras de amor que conoces. Nadie te recordará por tus pensamientos secretos.

Yo con la edad he aprendido a no sufrir tanto con las despedidas y sobre todo a prestarle mucho interés dando un fuerte abrazo o beso siempre que puedo, cuando me separo de alguien.

No dejemos que nos arrebaten las despedidas, las necesitamos. Despidámonos, a veces dolerá mucho, si, pero nuevos vientos llegaran, y la lluvia borrará la maldad y lavara las heridas de tu alma dolida.

Cuando la despedida es de alguien que realmente ha marcado tu vida, piensas que tu corazón se va a congelar y nunca mas va a volver a sentir ese fuego que recorría tus venas. Pero a lo mejor ese estado no era el mas adecuado…. Ese fuego te consumía y lo que tú necesitabas es un punto medio de una calidez suave y acogedora. Que no te abrasa, pero tan poco te hiela… simplemente llena tu pecho y se extiende hasta la punta de tus pies.

Esto no ocurrirá enseguida, o si, pero llegará. De momento aparecerá alguien que te abrazará tan fuerte que tus entrañas se derretirán de nuevo. Si no hubieras dado ese paso con todas sus consecuencias, no hubieras podido recibir a alguien que de verdad lo merecía.

Y es al decir adiós, cuando aparecerá alguien que te abrazará tan fuerte que tu corazón se derretirá de nuevo. Quizá no la semana que viene, ni el año que viene. Pero llegará. Cuando aprendas a decir adiós de verdad, con todas sus consecuencias. Entonces tu alma quedará libre para dar bienvenidas a alguien que de verdad lo merezca.

Rodéate de gente que también aprendió a decir adiós, porque con ellos tendrás la certeza de su amistad. Han sufrido, han llorado, y han dejado ir.

Aprende a decir adiós. Libérate de esas cadenas y haz espacio para nuevos recibimientos.

Porque como bien dice el maestro Sabina; “Para decir con Dios, a los dos nos sobran los motivos”.