El otro día estaba pensando que en julio cumplo 56 años y un escalofrío me recorrió el cuerpo. El tiempo pasa muy deprisa y parece que fue ayer cuando me casé y en octubre hacemos 30 años, ya tengo un nieto, mi empresa el viernes cumple 29 años. Realmente son cifras que te dan que pensar que la vida corre a gran velocidad y a mí a veces me da hasta vértigo.

Yo realmente me siento joven y aunque las arrugas o las canas sean ya unas camaradas de viaje, mi espíritu es alegre, divertido, luchador. En estos momentos de mi vida me siento fuerte y con la gran satisfacción de que se lo que quiero y a quién quiero.

En nuestra sociedad actual es un continuo culto al aspecto físico: triunfa lo esbelto, lo joven, lo perfecto y esa imagen nos esclaviza. Nos queremos obligar a parecernos a esos seres estereotipados que parecen cortados por el mismo patrón, con el único fin de agradar a los demás y de atraer una atención que por nosotros mismos no creemos merecer.

Al no escuchar las verdaderas necesidades de nuestro cuerpo, o al intentar hacer que se parezca a modelos deseables, acabamos por no sentirnos a gusto con nosotros mismos.

¿Qué relaciones mantienes con tu compañero de viaje de toda la vida? ¿De verdad eres amigo de tu cuerpo? ¿Es un aliado tuyo, un enemigo, un traidor, o tal vez una carga?

Cuando permaneces en guerra continua con tu cuerpo, la vida se convierte en un campo de batalla. Por el contrario, si logras establecer con él relaciones cómplices, amistosas, puedes comenzar a experimentar el placer de estar vivo.

Te propongo que muevas tu cuerpo, que juegues con él, que le des marcha y déjate sorprender por lo que exprese. La mayoría de las veces somos demasiado serios, incluso inmóviles en los roles que hemos decidido, o han decidido enmarcarnos. Deja libre tu creatividad, saca a pasear un rato tu alma de niño y disfruta de la vida. Es ahora o nunca

Tu cuerpo no es una máquina, por muy sofisticada que sea. Es el templo de la vida y por ello lo tienes que cuidar.

Aquí tienes unas pautas que seguro te ayudarán a reflexionar:

  1. Sitúate frente al espejo;tal vez no lo has hecho nunca o siempre lo haces de pasada, como huyendo de ti. Hazlo ahora y obsérvate a ti mismo, date tiempo. Las primeras veces te sentirás incómodo, notarás que te criticas y no aceptas determinadas zonas. Sé consciente de ello y observa tus reacciones.

La vida no cambia con unos kilos de más o de menos. Lo importante es que puedas observar tu cuerpo y sentirte a gusto con él.

El cuerpo cambia, y a medida que pasan los años nuestro peso también oscila. Pretender controlar en todo momento estos cambios, nos conducirá a una insatisfacción constante.

No se trata de que te guste todo tu cuerpo al cien por cien, habrá zonas que aprecies muchísimo y de las que te sientas orgulloso. Otras, en cambio, te agradarán menos. ¡Acéptalo porque ésa persona eres tú también! No es cuestión de resignación sino de aceptación consciente.

  1. Presta atención de lo que comes y cuándo comes.Obsérvate y distingue entre la sensación de hambre y el impulso por comer. Te ayudará a ser más consciente y responsable de tu vida.
  2. Valora tu atractivo.¡Tú eres atractivo! Sólo tienes que darte la oportunidad para descubrirlo.

Frente al espejo observa tus gestos y cómo resultas más gracioso y divertido. Saca todo tu potencial a tu forma de ser; cómo miras, cómo colocas tu cuerpo, tu tono de voz, etc. ¡Utiliza ropa que te favorezca, tú mejor que nadie debes saber “sacarte partido”!

  1. Date permiso.Concédete el derecho de comer aquello que te apetece sin sentirte culpable.

Se trata de mantener un cierto equilibrio. Comer sano no significa torturarse constantemente y mantener un severo control de todo aquello que ingerimos.

Cuidar nuestra alimentación para que sea equilibrada y darnos permiso para disfrutar de aquellos alimentos que nos gustan, podemos concedernos “caprichos” sin sentirnos culpables.

  1. Aprecia lo que vales.Tú eres mucho más que tu cuerpo.

En lugar de centrarte en lo que no te gusta de ti, potencia tus cualidades. ¡Seguro que son muchas!

Date tiempo. Nunca es tarde para aprender a valorarte y quererte. Cuando una persona se siente bien consigo misma y tiene una buena autoestima, sabe que es capaz de gustar.

¡Te mereces mucho más!, no esperes a que te lo digan, descúbrelo y cree en ti. Tu energía llegará también a los demás.