Quiero empezar dando las gracias a mi buen amigo Manuel Pino por animarme a escribir este post, después de mi experiencia el otro día en un hospital.

Realmente ¿Es tan difícil ser amable, escuchar a las personas y en la medida que podamos ayudarlas? Pues yo sinceramente opino que no es difícil. Estoy convencida que si todos practicáramos la amabilidad, las cosas nos irían bien y todos seriamos más felices.

Estoy un poco cansada de aquellas personas rancias y bordes que andan por la vida con apariencia de querer estropear el día a los demás con su desagradable gesto agrio y marchito. Que te miran con desprecio sintiéndose, pobres, superiores al resto de seres humanos.

Yo pondría una asignatura desde pequeños que nos enseñaran a ser amables, a sonreír y a tener la capacidad de respetar y comprender un poco mas al que tienes enfrente, porque la amabilidad es el lubricante de las relaciones humanas. Porque igual que se ha descubierto que sonreír hace pensar a tu cerebro que estás contento y segrega neurotransmisores felices, comportarte de forma amable hace que poco a poco tu cabeza vaya entendiendo que los demás no están ahí para amargarte la vida.

Yo te invito que si tienes un mal día y a pesar de eso, haces un esfuerzo en ser amable y regalas tu mejor sonrisa a la primera persona que te encuentres, seguro que te devolverá la sonrisa y tu día empezara a enderezarse. Si lo practicas cada día, notaras como tu actitud hacia la vida cambia y veras todo de una manera más amable.

Cuando empieces a practicar la amabilidad, tendrás que prepararte para que te miren raro. Mucha gente no tolera bien la amabilidad. Desconfiarán de ti. Pensarán: algo querrá este para ser tan majo. Pensarán que les estás haciendo la pelota. No obstante, no te dejes desanimar: persiste en tu amabilidad ridícula, que tarde o temprano los otros se darán cuenta de que eres así. Y se abrirán a ti. Se relajarán en tu presencia y empezarán a ser amables contigo.

No eres amable por los demás. Eres amable por ti mismo. Ser amable te hará feliz a ti más que a ninguna otra persona. Porque ellos se encontrarán con una persona amable durante un ratito de su vida; tú convivirás con una todo el tiempo. Tenemos tendencia a pensar que ser bueno equivale a ser tonto, o que ser amable hará que los demás se aprovechen de mí. Pero se puede ser encantador y, al mismo tiempo, conservar la firmeza. Estar enfadado todo el rato no hará que la gente te respete: hará que te teman y/o te odien, y eso es un verdadero asco.

Para terminar quiero dar las gracias a:

Aquellas personas que me dan los buenos días cuando en algún lugar me cruzo con  ellas.

Aquellas personas que me resuelven las dudas y me explican con agrado y buen humor.

Aquellas personas que me sujetan la puerta o esperan hasta que llego al ascensor.

Aquellas personas que me hacen reír con una mirada.

Aquellas que me alegran el día con un mensaje

Gracias a todos aquellos que permiten que la mayor parte del tiempo la sonrisa no se borre de mi cara.

“Se más amable de lo necesario, porque todo al que conoces está luchando algún tipo de batalla” J. M. Barrie