Me considero una persona polifacética que se adapta fácilmente a los cambios y que procura disfrutar apasionadamente de todas las etapas de su vida.

En la actualidad a parte de ser gerente y dirigir mi empresa de toda la vida (30 añazos ya) dedicada a la gestión del punto de venta, soy formadora, especializada en colectivos vulnerables por diferentes motivos, también Coach Personal y Ejecutiva acreditada e instructora en Risoterapia.

Todas mis facetas profesionales me gustan e intento transmitir en la medida que puedo lo que llevo dentro, mis conocimientos y sobre todo mi actitud ante la vida.

Estoy convencida que esto de ser Coach no es una profesión solo, es una filosofía de vida que la tienes que llevar si o si al ámbito personal. Bueno esta es mi humilde opinión, claro está. Uno aprende, desaprende, se instruye… pero también se lleva dentro, es un poco genético, es carácter, actitud y los/las Coach que conozco se nota quien es quien y como lo viven y transmiten.

Hoy os hablaré de Risoterapia y lo bien que lo paso preparando los talleres y por supuesto lo que disfruto cuando lo comparto con esas maravillosas mujeres que me acompañan.

Todos sabemos que reír nos aporta mucho y las sensaciones que sentimos cuando practicamos la risa, la carcajada, por eso la Risoterapia está poniéndose de moda y se utiliza en muchos entornos como hospitales, colegios, geriátricos, etc.

La auténtica Risoterapia es la que va desde dentro hacia fuera, con ella se aprende a sentir la vida, los aconteceres diarios desde perspectivas diferentes. Lo que nos pasa cada día no nos afecta por lo que es, sino por lo que representa para nosotros. Es mejor esforzarnos en detectar otras posibilidades más alegres y beneficiosas en cada momento, y no quedarnos con el primer pensamiento decepcionante que nos asalta cuando nos enfrentamos a situaciones adversas.

Si tuviéramos más sentido del humor, nos haríamos más humanos. Con la tendencia a estar serios nos alejamos de nuestras raíces más profundas, convirtiéndonos en seres malévolos, capaces de realizar cualquier acción contra nosotros mismos y nuestros semejantes.

Por todo ello os paso unas ideas para que aprendáis a reíros:

  • Busca soluciones alegres y graciosas a tus problemas.
  • Realiza una caricatura o dibujo gracioso a tus temores.
  • A cada mala noticia añádele una buena.
  • Ata tus problemas a un gran globo de gas y suéltalo.
  • Ríete frente al espejo.
  • Cada vez que realices algún ejercicio prémiate.
  • Procura buscar la compañía de personas alegres.
  • Empieza a leer el periódico por detrás.
  • Ríe cómo mínimo tres veces al día.

Como final os dejo una bonita leyenda budista que seguro os va a esbozar una sonrisa  y despertará también vuestra ternura.

LEYENDA DEL BUDA FELIZ

Según la leyenda, el alegre santón solía desplazarse de pueblo en pueblo para cumplir su misión: difundir la felicidad y la alegría. Pu Tai era un personaje carismático que atraía a la gente como un imán. Las personas solían arremolinarse a su alrededor y a menudo se le representa con niños sonrientes, a los que adoraba. El monje era conocido por entregar dulces y juguetes que sacaba de su saco. Después lo dejaba en el suelo, miraba al cielo y comenzaba a reír a carcajada limpia. Su risa contagiaba a los demás y, al poco, todos los reunidos a su alrededor comenzaban a reír también. Esa era la señal de que su trabajo había acabado. Entonces cogía su saco y se marchaba a otro pueblo o ciudad. Así conseguía expandir un sentimiento de felicidad e iluminación.

Pu-Tai era hombre de pocas palabras, en realidad, casi nunca hablaba. En las pocas ocasiones que lo hacía era para responder a quien le preguntaba por qué hacía lo que hacía. Él explicaba que entregar dulces era un símbolo, la manera de mostrar que cuanto más das, más recibes. Su bolsa representaba los problemas que la gente se encuentra a lo largo de la vida. En lugar de aferrarse a ellos, debe coger distancia alejándose (dejando la bolsa en el suelo) y reírse de ello, porque, aunque rías o llores, el problema no va a cambiar. La magia está en la risa y más en concreto, en el poder de la risa. Pu-Tai creía que este poder hacía que los problemas fueran más pequeños y fáciles de manejar.

Y no iba nada desencaminado el monje, ya que se supone que cuando te ríes, tu cuerpo produce unas enzimas de la felicidad. Y es que, cuando te sientes bien, las cosas se ven de otra manera.

Pu-Tai tuvo una vida llena de risas más allá de su muerte, y no exageramos. Sintiendo que se acercaba su final, el monje pidió a sus compañeros que quemaran su cuerpo inmediatamente después de morir. Esto les sorprendió, ya que la cremación no es una costumbre budista pero sus deseos se cumplieron. Pero la sorpresa fue que, al quemar su cuerpo, de repente fuegos artificiales empezaron a estallar en todas partes. Y es que el viejo bromista había escondido en sus ropas petardos y cohetes para montar un buen sarao cuando todos estuvieran tristes.

¿Un encanto este monje, verdad?