“Para los hombres, nada dura: ni la noche estrellada, ni las desgracias, ni la riqueza; todo esto de pronto un día ha huido” Sófloques

La noche del 19 de marzo cuando veía quemarse la falla me vino a la mente la frase: Todo final es un comienzo y realmente así es.

Cuando unos se están secando las lágrimas porque ha terminado… otros ya están visualizando lo que serán las próximas fiestas, su año, su deseo, su ilusión.

El fuego purifica y en esa noche procuro quemar todo aquello que ya no me sirve, que me agobia, que no me deja avanzar y de las cenizas renazco renovada y con ganas de vida.

El tiempo pasa, y la vida continúa, nada se detiene, aunque supliquemos congelar ese momento de gloria, de pasión o simplemente de tranquilidad para aprovecharlo más… el tiempo sin compasión avanza ¿y nosotros?… junto con él.

Es por todo eso que amo la vida, soy una fan de los nuevos amaneceres que me recuerdan que tengo 24 «horazas» para crear, aunque otros vengan a destruir, esa es la dinámica del transcurrir de los días.  Unos hacen y otros deshacen.

Me gusta acostarme pensando que mañana puede ser mejor, soy tremendamente positiva, criticada por eso mismo, y al mismo tiempo querida. No necesito más de lo que tengo.

Tenemos que aceptar que casi todo lo que comienza tiene que acabar y así nos evitaremos más de un problema. Es preciso saber que en algún momento tendremos que decir adiós, poner punto y final y por supuesto enfrentarnos al duelo. Si sabemos gestionar dichos duelos, nos permitirá cicatrizar las heridas que deja una pérdida. Si practicamos la evasión o vivirlos mal, la herida quedará abierta e incluso se agranda y se infecta. Todas las deudas que dejemos sin saldar, se tienen que pagar en algún momento.

Todo es temporal, nada dura para siempre, ni siquiera nuestra propia vida terrenal. Todos lo sabemos y, aun así, diseñamos una y otra vez la misma fantasía de eternidad.

No saber desprenderse, no saber decir adiós o decidir el fin de algo puede ser bastante problemático. Igualmente, también lo es no involucrarse con nada estrechamente por miedo a perderlo.

Quizá si aprendemos a ver con mayor naturalidad el hecho de que todo se acaba, conseguiremos disfrutar más de todo lo que nos rodea aquí y ahora, en lugar de añorar cuando ya lo hemos perdido

Todo comienzo tiene un final

todo amanecer tiene un anochecer

todo odio tiene un querer

todo ruido tiene un silencio
todo pensamiento tiene un sueño

Alberto Leiva