María es una mujer gitana que conocí hace unos años en uno de los cursos que imparto. Me impresionó su carisma, su mirada, su rebeldía. Ella se resistía a hacer el curso, venia obligada y muy enfadada porque no sabía leer ni escribir y pensaba que no sería capaz de seguir las clases. También pensaba que sus compañeras la iban a rechazar o lo que es peor, se reirían de ella. La miramos todas asombradas porque entro en el aula, como alma que se lleva el diablo, con los ojos muy abiertos, esos bonitos ojos negros que las contrariedades no habían conseguido apagar. Cuando por fin se tranquilizó, la abrazamos, le dijimos que no se preocupara, que se diera una oportunidad y todas juntas conseguiríamos llegar a la meta. Fue una experiencia inolvidable el convivir, el ver como esa mujer que entró enfadada con el mundo y que estaba bloqueada por su situación, cada día conseguía nuevos retos, avanzaba con paso firme, en fin….. su transformación fue de las mas grandes de las que yo he visto hasta ahora. Es muy duro sentirse maltratada por varias parejas, humillada, vejada, vivir en la calle con tu hijo y pensar que ni tu ni él tienen espacio en esta sociedad injusta y desigual. Con la ayuda de algunas personas, pero sobre todo por su fortaleza y su actitud, María consiguió un trabajo fijo, una humilde casa y un futuro que compartir junto a su hijo. Hoy me apetecía compartir con vosotros esto que un buen amigo llama Optitud. Os dejo con algunas de las palabras que nos regaló el último día en su discurso de despedida. Son palabras textuales: “El curso me ha aportado la confianza en mi misma que necesitaba, me siento llena de energía, feliz conmigo y capaz de comerme el mundo, no voy a dejar que el mundo me coma a mi. Vuestros abrazos me han llenado de vida y nunca os olvidaré.”
¿Que os ha parecido?