Llegó casi con la entrada del verano pero no por  el camino que estaba previsto. Su  alegría, su inquietud, sus ganas por salir y conocer el mundo, habían liado a su cuello el  cordón umbilical.

Siempre había sido una niña feliz, alegre, cantarina, habladora desde muy temprana edad, cariñosa, redicha, divertida y sobre todo con una autoestima tremenda porque se miraba al espejo y se veía la más bonita de todas. No lo hacía desde la soberbia, lo hacía desde la aceptación y porque se sentía feliz y satisfecha consigo misma.

Quién le iba a decir que años mas tarde todo aquello que la hacía ser diferente a los demás iba a ser un obstáculo para ser querida y aceptada por su manada.

Ella se preguntaba ¿por qué? Ella tan solo quería jugar, reír, cantar, vivir su vida de niña llena de alegría y sencillez. Necesitaba sentir que sus amigas de siempre no le daban de lado, necesitaba no sentirse sola, necesitaba que nadie impusiera su ley porque era superior a sus fuerzas y prefería la soledad a doblegar y sentirse manipulada por alguien que aparentemente era un ángel pero que en el mas terrorífico de los sueños sacaba sus garras y hería en lo mas profundo donde alguien puede ser herido, en el corazón.

Gracias a su fuerza podía seguir nadando contracorriente y se agarraba a otras manos mas pequeñas o en otros momentos manos mas grandes para que los recreos no se hicieran interminables y sentirse olvidada por aquellas que habían caminado a su lado desde los tres años de edad.

Los meses iban pasando y el eco vacio de tu alma te retumbaba y hacia sentirte un poco mas pequeña. Querías ser libre y gritar a los cuatro vientos aquellos pensamientos que oprimían tu garganta. Tu válvula de escape eran las canciones y los escritos tristes y melancólicos impropios de una niña de 12 años.

Al final se hizo un pequeño remiendo que aplacaba y justificaba las almas implicadas, pero tu, a pesar de perdonar y volver a una realidad un tanto amañada, querías volar a otro cielo donde sentirte libre y donde el paisaje no te recordara lo feliz que allí habías sido

Han pasado varios años y las heridas están cerradas, pero no del todo y en los cambios de tiempo y de estación, notas sus punzadas desde el pasado. Tu vida a veces, se tambalea  y no terminas de brillar con esa luz que tu mas que nadie te mereces encontrar.

Has sido fuerte y luchadora y estoy convencida que pronto terminarás de encontrar tu camino y sabrás valorar el pedazo de mujer que te has convertido

Yo desde mi humildad y desde mi experiencia te digo que lo que cuenta es vivir a conciencia e intentar lo que deseas, vivir cómo tú quieres y no cómo los demás creen que debes vivir…

A veces hay que arriesgar aunque sepas que vas a perder.

Aférrate a la vida, a tu música, tus amigos y no dejes nunca de creer en ti.

Os dejo unas pautas para ayudar a aquellas familias que se puedan ver envueltas en esta situación tan poco deseada y que causa tanto dolor.

En el caso de que los padres sospechen de que su hijo es un acosado o víctima de bullying, es sumamente positivo establecer un canal de comunicación y de confianza con tu hijo para que él se sienta cómodo al hablar contigo acerca de todo lo bueno y lo malo que está viviendo. Si tu hijo es una víctima, habla con él, y comprométete a ayudarlo a resolver este problema. No le hagas sentirse culpable ni le abandones. Intenta siempre algo más.

Siéntate junto a tu hijo y hablad del tema. Hazle sentir que está arropado, sin estimular la dependencia. Implica a tanta gente como sea posible y sigue esos consejos:

  1. Investiga en detalle lo que está ocurriendo. Escucha a tu hijo y no lo interrumpas. Deja que desahogue su dolor.
  2. Ponte en contacto con el profesor de tu hijo, con la dirección del colegio y con el jefe de estudios para alertarlos acerca de lo que ocurre, y pide su cooperación en la investigación y en la resolución de los hechos.
  3. No estimules a tu hijo para que se muestre agresivo o tome venganza. Empeoraría más la situación.
  4. Discute alternativas asertivas para responder a los acosadores y practica respuestas con tu hijo.
  5. En el caso de que el acoso continúe, prepárate para ponerte en contacto con un abogado.
  6. Dependiendo del grado de ansiedad y de miedo en el que esté envuelto tu hijo, búscale un psicólogo para ayudarle a que supere este trauma. Pero jamás te olvides que la mejor ayuda, en esos casos, es la de la familia.
  7. Mantén la calma y no demuestres toda tu preocupación. Demuestra determinación y positivismo.