No existe el padre o la madre perfecta ni el hombre o la mujer perfecta, pero cuando se es padre, se trata de ser el mejor, e intentas cada día y a tu manera derramar ese amor que te nace del corazón a tus hijos. Nos equivocamos, nos confundimos, no tenemos todo claro y esa es nuestra realidad. Pero que pocas veces se nos perdonan los errores y que poca comprensión recibimos ante la torpeza, la falta de memoria, tus principios, etc.

A los padres les produce una enorme alegría y satisfacción ver que a los hijos le salgan alas, se independicen, encuentren una profesión, una estabilidad un hueco en el mundo que le ha tocado vivir. Todo ello es motivo de alegría y regocijo, pues es muestra de que sus sacrificios no fueron en vano. Pero duele enormemente que esas alas puedan llevar a los hijos tan lejos que ni se asomen a preguntar cómo están, y que cuando lo pregunten sea sin interés real, sino simplemente por amor hacia ellos.

A los hijos no se les puede dar todo cuando éstos quieran y de una manera inmediata, hay que enseñarles a valorar cada acto, cada momento y etapa de la vida, que aprecien el sacrificio que por ellos se hace. Deben de comprender, y cuanto más jóvenes mejor, que la vida no es de color de rosa y que todo cuesta, que todo tiene un precio, que todo se logra con sudor y con un gran esfuerzo. Hay que enseñarles a los hijos a ser buenos hijos, no sólo preocuparse porque tengan estudios y acceso a la universidad, sino educarlos en valores y responsabilidades que nunca deberían pasar de moda, ya que son el fundamento de la vida.

Si eres padre o madre de niños pequeños puede que aún estés a tiempo de cambiar la forma en la que los estás educando.  A los padres que ya están sufriendo el abandono de sus propios hijos, sólo queda decirles que seguramente llegará el día en que sus hijos ingratos se den cuenta de que los padres que tuvieron fueron realmente los mejores padres del mundo. Ojalá cuando se den cuenta de ello no sea demasiado tarde y puedan de algún modo llegar a apreciar y recompensar a sus padres por lo mucho que hicieron por ellos.

Si eres un hijo o una hija adulta, y te sientes identificado, entonces posiblemente seas un hijo o una hija con suerte porque aún estás a tiempo de acercarte a tus padres, acércate a ellos porque tenerlos es como tener un pedacito de Dios.  Acércate porque aún estás a tiempo pues un padre o una madre siempre espera a sus hijos con los brazos abiertos por muy mal que éstos se porten con ellos.

Si eres joven y aún no tienes hijos, sé buen hijo porque seguramente algún día serás padre o madre, y este dolor que tus padres sufren hoy, pudiera ser también tu dolor en un futuro.

Os dejo el testimonio de una madre que a mí me ha hecho reflexionar mucho

“Mi vida nunca ha sido fácil, pero tuve la suerte de poder trabajar para mi hija. Muchas veces me vi obligada a aceptar trabajos difíciles para darle sustento a ella, nunca pensé en mí, sino en las necesidades de mi hija.  Mi hija lo es todo para mí, ahora es una mujer profesional, educada y bien posicionada, pero ya no está junto a mí.  Ahora sólo me escribe muy de vez en cuando y no sé nada de ella, ya no me necesita en su vida, ahora su vida gira sólo en torno a ella misma, se olvidó de mí, una vez alcanzó lo que tanto luché para ella, me dejó de lado. Ahora sólo está disponible para sí misma y los amigos de ella, yo claramente no estoy en su lista”.

Para finalizar esta poesía sencilla pero muy profunda y real:

¡Cuánto flaquea una madre, cuánto dolor le provoca!
que esas criaturas preciosas con las que un tiempo jugó,
la ignoren completamente como si fuese una extraña
como si fuese una aciaga y no quien los concibió.
Es necesario que sepan que un día habré de marcharme;
no quiero que entonces lloren sobre alguien que añoró
las caricias, las palabras, las visitas, un abrazo,…
y que se fue mendigando el fruto de lo que sembró.