¿Realmente todos los seres humanos somos iguales? Mi respuesta es NO. Ante los hombres seguro que no. Aunque a los grandes dirigentes y políticos se les llene la boca cuando lo dicen y aunque este escrito en todas las Constituciones Democráticas y en los Derechos Humanos, yo cada vez veo mas desigualdades e injusticias, así como mas bocas amordazas ante el miedo de tan solo decir lo que piensan o lo que sienten.
Pero yo quiero hoy dejar a un lado a los encargados de aplicar esta ley y que por supuesto la mayoría no son precisamente un gran ejemplo para el resto. Hoy reflexiono como “humanita de a pie” y me pregunto realmente ¿valoramos a las personas de la misma manera? Os pondré un ejemplo más gráfico: estamos viendo las noticias y vemos un atentado, una catástrofe aérea o meteorológica y preguntamos – ¿Dónde ha sido? Y nos dicen – En la India, en Kenia, en Ecuador, o tal vez en un barrio marginal de nuestra propia ciudad a lo que respondemos: – ah! bueno! – ¿Qué pasa que esas vidas humanas no son importantes? ¿Qué no tienen la misma dignidad que nosotros? ¿Qué no tienen ilusiones, ganas de vivir, de querer, etc? Pues claro que si. Todos tenemos igual grado de dignidad. No existen diferencias ontológicas entre ellos que permitan considerar a unos superiores a los otros. Kant señaló que los seres humanos no deben ser tratados nunca como medios, sino como fines en sí mismos. Eso quiere decir que un ser humano no puede nunca convertir a otro en un mero instrumento al servicio de sus particulares objetivos. Si lo hiciera, estaría mermando su dignidad.
Somos testigos de acciones denigrantes que dan al traste con cualquier principio ético: se desconoce el derecho a la vida; se margina a las personas por sus ideas, por su credo religioso, por el sexo, por la raza; se vive en el despilfarro y el consumismo mientras hay seres humanos que carecen hasta de lo esencial para la subsistencia; por demasiados sitios se respira engaño y falsedad; en las transacciones de diferente orden se asalta a las personas en su buena fe; se abusa del desprotegido, del más débil, del marginado; en fin, contemplamos un panorama de miseria y dolor mientras permanecemos pasivos en nuestra cómoda posición desde la cual difícilmente pasamos a una acción efectiva en favor del otro.
Muchas veces para justificarnos, para tener nuestras conciencias tranquilas, vemos la maldad o la ineptitud en ellos, incluso a veces hasta decimos que tal vez se merezcan lo que les está pasando. Yo hoy y desde mi humilde posición os digo que nos pongamos un poco más en el lugar del otro. La empatia es regla de oro que nos enseña ver en cada uno a ese ser que siente y ama como yo, que sueña, que hace planes y desea verlos realizados, que aspira a una vida digna y feliz, pero le queda muy difícil conseguirlo por las circunstancias que lo agobian. Ver en el otro a alguien que quiere ser libre para aprovechar la única oportunidad que se nos da aquí y ahora a todos los humanos.
Me consuela pensar que tal vez, hay muchas personas que están haciendo cosas muy importantes para que esto cambie para que el mundo sea mas humano y todos tengamos nuestro espacio y nuestras necesidades cubiertas y podamos reír y gritar sin que nadie oprima nuestra voz o tenga a bien acabar con nuestras vidas. Esas personas trabajan sin hacer ruido, sin alardeo, sin fanfarronadas. Por eso y desde esta ventana aplaudo vuestro trabajo y vuestro esfuerzo y me comprometo en la medida de lo posible ayudar a que mi entorno sea diferente, solidario, habitable y digno.