A partir de la segunda mitad del siglo pasado, hemos sido testigos de cómo la mujer comenzó a romper los roles que siempre le habían sido adjudicados, en la búsqueda de su propia identidad en la sociedad. La frase repetida de que “detrás de un gran hombre hay una gran mujer” se ha convertido en “Al lado de un hombre hay una gran mujer”
Ser mujer me ha permitido conocer el poder de la maternidad, ser arte y parte del milagro de la vida. También me ha permitido formarme, emprender un negocio y mantenerlo en el tiempo. Veo en las mujeres que me rodean a diario tanta fortaleza, tanto temple, tanto valor junto, que me mueve y me inspira en seguir adelante. Tengo la suerte de rodearme de mujeres que a través del respeto y el amor siembran la semilla del futuro al interior de su trabajo, sus hogares…. Mujeres que hacen historia cada día cuando se levantan, mujeres que viven en el anonimato, construyendo con suspiros de ilusión para hacer más fuertes los muros de su corazón para dar refugio a sus más nobles sentimientos.
Soy feliz contando cada noche las estrellas del firmamento y sentir en mis manos esa luz que me ayude a alumbrar la vereda de aquel que tal vez lo necesite. Me siento artesana tallando la sonrisa de mi madre cuando me mira a los ojos y pañuelo de seda fina para enjugar las lágrimas de mis hijas y aliviar su sufrimiento olvidándome por completo del mío propio y buscando incansablemente en los cuatro puntos cardinales la fuente de la felicidad para tranquilizar sus almas.
Hay días que es difícil mantener el tipo, sentirse erguida y hasta esbozar una pequeña sonrisa, porque hay días duros que cualquier pequeña rampa parece una cuesta interminable y parece que en el nubarrón inmenso que tenemos encima nunca mas va a lucir el sol. Pero de momento y sin saber cómo sopla una suave brisa, o a veces una gran ventolera que se lleva tras de sí esas nubes que enturbiaban el sol y vuelves a sonreír y a luchar porque sabes que no puedes parar mucho tiempo, tan solo el suficiente para retomar fuerzas y seguir adelante.
Llega el momento y te recuerdas que te tienes que querer, aun sabiendo que cuesta siempre más la práctica que la teoría. Tenemos la mala costumbre de asociar ese cariño al egoísmo y egocentrismo, pero estamos tremendamente equivocadas. Querernos y valorarnos por sentirnos únicas, especiales es primordial para nuestro crecimiento interior y eso no lo debemos dejar para mañana… cuando lleguemos a conseguirlo, el amor que ofrezcamos a los demás será mucho mas grande y mejor.
Por todo esto debemos mantener siempre en alto el estandarte del género femenino, para decirle al mundo que estamos y estaremos presentes, que somos mujeres fuertes y de fortaleza. Que somos amor y ternura pero también sabiduría y tesón. Tenemos que decirles a los hombres que aun no lo saben…. Que somos libres que tenemos los mismos derechos y también las mismas obligaciones, que el sudor de nuestra frente tiene el mismo sabor salado que el de la suya y que nuestra sangre es roja y sabemos amar, perdonar y también olvidar. Que continuamos caminando a su lado, ni delante, ni detrás, sino juntos… No importa cuánto tardaremos en llegar, lo importante es que estamos en camino al encuentro de un futuro que nos pertenece y al que sobradamente estamos preparadas para liderar.