El sábado pasado se caso mi hija mayor Marta y os tengo que confesar que fue un día para tatuar en el alma y no olvidar cada momento, cada sensación, cada lágrima, cada sonrisa.
Mi post de hoy es el pequeño regalo que les ofrecí en el altar después de haberse convertido en marido y mujer:
Querida hija, hoy que es el día de tu matrimonio quería decirte que estoy muy feliz por ti. Quiero que sepas que una gran emoción me embarga y eso me ha motivado a escribirte esta carta.
Marta soy tu madre y se cómo te sientes con solo mirarte, al ver tus ojos puedo adivinar, que estas muy feliz de dar este gran paso en tu vida y lo entiendo muy bien pues es la misma sensación que yo experimente el día que me case con tu padre.
He tenido la oportunidad de conocer a Jonathan, ahora ya tu esposo y me siento contenta porque es un hombre de buenos sentimientos que ha demostrado ser merecedor de tu amor.
Jonathan y Marta: quiero estar con vosotros en el lugar más hondo de vuestro corazón. Y desde ese lugar quiero hablaros.
Debéis saber, desde ya, que para que prevalezca el amor hay que alimentarlo. Existe más hambre de amor y de aprecio en este mundo que de pan, decía la madre Teresa de Calcuta. Y García Márquez propone no solo querer al otro sino también decírselo. Y por eso os lo digo aquí ante los ojos de Dios y todos los que nos acompañan. ¡Os quiero!
Deseo seáis conscientes de que en la vida hay muchas primaveras y veranos. Pero que, también, hay otoños e inviernos. Y, sabiéndolo, rezo para que, en vuestra vida como pareja, las luces prevalezcan sobre las sombras.
Esta carta va a ser un repaso a las ideas en torno a las cuales ha girado la educación que tu padre y yo hemos querido daros a ti y a tu hermana. La voy a acompañar del testimonio de algunas personas que han sido importantes en nuestras vidas.
Tu padre tiene la virtud de ser todo corazón, aunque se empeñe en disimularlo. Lo aprendió de tus abuelos Catalina y Jose Antonio. Eres su princesa y que no haría él para hacerte feliz.
Tu abuela Catalina te ha transmitido la virtud de la hospitalidad, así como el cuidado y el amor a nuestros mayores.
Tu abuelo Jose Antonio, hombre prudente, trabajador y honrado, como buen agricultor te ha enseñado a Sembrar ilusiones. Apasionaros por la vida. Y aunque los años irán arrugando vuestra piel no dejéis que nunca se os arrugue el alma.
Tu abuela Rosario te ha enseñado a querer y comprender lo importante que es el orden y la pulcritud, así como el respeto a los demás. Tu yayo Vicente te ha inculcado la fortaleza, el amor propio y ver la botella medio llena. A mirar adelante con ilusión y ánimo confiado y valorar lo que vale de verdad la pena.
Tu hermana Isa que a pesar de ser más pequeña te han enseñado valores muy importantes como el perdón y a no ser rencorosa. Sabes que te adora y te quiere con toda su alma.
Deseo que la familia que acabáis de sellar ante Dios sea, para vosotros, la fuente de vuestras vidas. Y que en esa fuente podáis encontrar todo aquello por lo que vale la pena vivir y luchar. Sed conscientes de que ser es mucho más importante que tener.
Marchad por la vida convencidos de que es así. Y cuando, en algún momento, se presenten razones para llorar, demostrarle que tenéis mil y una razones para reír.
No afrontéis la vida esperando que pase la tormenta, sino aprender a bailar bajo la lluvia. Ser perseverantes ante aquello en lo que creéis y pacientes en el sufrimiento cuando llegue.
Jon y Marta seguro que de todos los presentes habéis aprendido alguna cosa y sabéis que están aquí porque os aprecian y os quieren. No les defraudéis y cultivar su amistad y su cariño.
Cuando os enfadéis recordad lo que dijo nuestro Papa Francisco a unos jóvenes como vosotros: “Tiraos los platos, pero nunca terminéis el día sin hacer las paces ”.
Marta: la fe que te acompaña ha bebido de muchas fuentes: la familia, el colegio, la parroquia en especial de Don Juan nuestro párroco que tanta ilusión te hacía de que te casara.
Que la alegría que emana de esa fe no os abandone nunca.
Que el Dios en el que creéis dé fortaleza a la familia que hoy habéis sellado.
Y que ese Dios os bendiga y os lleve siempre en la palma de su mano.
¡Enhorabuena hijos míos!