Ya se que en los caminos mas cotidianos, en el discurrir de la vida, los conflictos son necesarios pero os tengo que confesar que cada  vez me dan mas pereza.

El conflicto es un aspecto que ocupa un considerable lugar en la vida: pensar que se puede pasar sin ello es utópico. Pero lo que sí podemos hacer es aprender a solucionarlo de forma creativa.

Nuestra vida es un ejercicio de elección continua. Si reflexionáramos un momento sobre las decisiones que tomamos en un día, nos sorprendería la extensión del listado. Por ello, y porque las decisiones que tomamos afectan a otros, es inevitable que surjan  los conflictos con frecuencia.

Nuestros pensamientos influyen de modo determinante en nuestras emociones y son previos a las mismas. Si por la calle, alguien me toca la espalda y pienso que me quiere robar el bolso, tendré una reacción de defensa frente al agresor (que luego puede resultar ser un amigo que quería saludarme). Esto ocurre igual si pienso que alguien me está mintiendo. En ese caso, tendré unos sentimientos y una actitud bien distintos a los que tendría si creyera en sus palabras.

Hay personas que les encanta entrar en discusión y están deseando que alguien se pronuncie o tome una decisión para que ella diga exactamente lo contrario y discrepe aunque solo sea por postura,  no por convicción. Cuanto más se lía la madeja, mas enmarañan y complican todo para crear un mal ambiente en donde ellas se sienten en su caldo de cultivo  moviéndose con gran profesionalidad, por las veces que lo hacen en su vida.

Los conflictos tienen un lado dramático que, encima con frecuencia, tendemos a exagerar. Ya es suficiente la gravedad que ellos encierran, para cargar mas las tintas y desenfocar el problema y por lo tanto no facilita para nada la solución.

Vamos a ver unas pautas inspiradas en Fraternidades  que nos pueden servir para conseguir una mediación y que nos ayude de una forma sencilla a solucionar tanto conflictos grandes como pequeños:

  1. Facilitar no agravar: facilitar el dialogo y no agravar las discrepancias
  2. Incluir no excluir: querer excluir la manzana podrida al principio parece que remedia algo, pero con frecuencia, hace un desaguisado mayor.
  3. Cooperar y no competir, ya que la competencia genera más polémica, mientras que la cooperación engendra humanidad.
  4. Insistir no desistir: aunque a veces nos pueda dominar el desaliento cuando el problema no se soluciona, la moderada y sensata insistencia puede derrumbar el muro de inmovilismo con el que algunos contendientes quieren rodear los problemas.
  5. Hablar no enmudecer: al hablar perfilamos nuestra situación ante los conflictos y eso ya es un gran logro para nosotros.
  6. Lanzarse a la arena, no quedarse en la barrera: resulta muy fácil quedarse fuera y hablar, criticar, cuestionar a quien se mueve en la abrasadora arena del conflicto. Pero si se quiere colaborar a su encauzamiento es preciso implicarse.
  7. Creer en la posibilidad de arreglo, no asentarse en la imposibilidad. La vida nos enseña que muchos problemas, cuando son tratados y elaborados, encuentran una solución.
  8. Mantener la adhesión y no la ruptura con las personas aunque el conflicto no haya llegado a una solución satisfactoria.

Marshall Rosenberg desarrolló el proceso de comunicación no violenta (NVC) en la década de los sesenta. Rosenberg cree que la mayoría de los conflictos entre grupos o individuos surgen por no comunicar claramente sus necesidades. Cuando las personas usan un lenguaje que provoca miedo, vergüenza o culpa en una situación de conflicto, se desvía la atención de la otra persona. La violencia oral evita que las personas reconozcan sus sentimientos, necesidades y requisitos con claridad. El conflicto se intensifica porque esa “parte violenta” provoca represalias.

La NVC utiliza dos animales como símbolos. La jirafa es el animal terrestre con el corazón más grande. Debido a su cuello largo tiene una buena perspectiva general y visión clara. La jirafa representa la comunicación compasiva. El segundo animal es el lobo, que representa la competencia. El lenguaje del lobo se relaciona con juzgar, criticar, analizar, moralizar y acusar. Cuando sentimos que hemos sido tratados o acusados injustamente, o cuando queremos imponer nuestros deseos, tendemos a utilizar el lenguaje del lobo.

El lenguaje del lobo divide. El lenguaje de la jirafa unifica.

Os invito que utilicéis pues el lenguaje de la Jirafa que seguro os hará ser más felices y creareis un entorno más saludable.

Muchas veces solemos enojarnos por cosas que no merecen semejante despliegue de emociones negativas. Nos enojamos y, producto del orgullo, caemos en la puja por ver quién tiene razón, y la solución suele estar más cerca de lo que parece… Vamos, no es tan difícil…